Por: Brenda Nava - Gerente Comercial - Bottcher Sistemas México
Cuentas veces escuché de un sinfín de muchachos, yo quiero ser el dueño de mi empresa para solo recibir el dinero y disfrutar de la vida. No los justifico, pero los entiendo. Se ha vendido la nada realista imagen, de que los dueños o altos directivos de las empresas solamente mandan a un montón de personas que obedientemente y sin chistar harán lo que les pidan; aunado a esa obediencia llegan las carretonadas de dinero, mismo que sin mayor reparo se embolsan y gozan con sus familias.
Ciertamente, no hay nada más alejado de la realidad. En primera instancia te invito, querido lector, que si identificaste esa forma de pensar en alguien muy cercana o particularmente si es de tu familia y piensas que sea quien te suceda en el mando de tu empresa; toma desde ahora cartas en el asunto, pues el negro se puede vislumbrar poco halagüeño.
La alta dirección es sin duda una de las posiciones más anheladas y, sin embargo, de las menos comprendidas. Un buen director debe contar con una lista muy particular de características que le permitan, no solo trazar la ruta que ha de seguir la compañía, más aún deberá de conocerla a tal punto que pueda identificar: si el problema es el proceso o la persona que lo ejecuta. Esa habilidad solo que obtiene con el tiempo y una gran cantidad de obstáculos superados. Te podría compartir un listado interminable, de lo que han tenido a bien los expertos en nombrar como “las características que tiene que cumplir un buen directivo.”

Comencemos, lo más importante es que quien desee ser un gran directivo, habrá de mostrarse más líder y menos jefe; es decir pon el ejemplo: quieres que la gente tenga resultados excelentes, oriéntalos, acompáñalos y sobre todo ten paciencia; recuerda que nada será hecho como tú lo harías, pero eso no quiere decir que no pueda estar bien hecho. Si contratas talento, deja que sea ejercido.
El que ha de reprender, ha de ser irreprensible. Si tú has logrado dominar cierto proceso, sin duda debió tomarte tiempo, dale ese mismo tiempo a tu gente.
Escucha más y habla solo lo necesario. Parece algo trillado, pero, indudablemente, la sabiduría se gesta en el silencio y nuestra capacidad de escuchar los concejos u opiniones de quienes nos rodean.
Déjate sorprender. Dale la oportunidad de que las nuevas generaciones te muestren lo mejor de ellas; quizá no eres el más avezado en temas tecnológicos, ellos seguro sí, dales la oportunidad de automatizar y con ello mejorar procesos; aquí regresamos unos párrafos arriba, deja que el talento se exprese, no será infalible e impecable, pero seguro puede ayudar de una u otra forma.
Finalmente, esto te lo comparto desde nuestra experiencia como una empresa de casi 300 años; son los cambios inminentes los que nos ha orillado a realizar los cambios y mejoras que han marcado un parte aguas en nuestra historia. Es por ello que te invitamos a esta reflexión, pues en Bottcher, de sobra, sabemos que en el capital humano radica nuestro mayor valor agregado.
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